...¿siempre con el mismo carro?

Investigación y edición Francisco Mejía-Azcarate
Los vehículos se convierten, para muchos de nosotros, en un complemento de la personalidad y una afirmación tácita del ego, logrando un lugar relevante y significativo en el curso de nuestras vidas. Existen múltiples razones por las cuales nos enamoramos de los carros y decidimos conservarlos para siempre pero, sin embargo, muy en el fondo los que sentimos ese apasionamiento somos de alguna manera ‘obsesivo-dependientes’, pues proteger el carro se convierte en una adicción que en ocasiones raya con la paranoia enfermiza. Existen relaciones ‘ser humano/vehículo’ que pueden ser tan tumultuosas como dañinas, lo cual afecta al propietario y a su núcleo familiar y existen relaciones ‘ser humano/vehículo’ maravillosas, que exaltan la vanidad humana potencializando el ego a niveles insospechados. Una razón para conservar el vehículo puede ser la mera necesidad, como ocurre en Cuba, donde el régimen dictatorial y las circunstancias trajeron como resultado una economía que los ha obligado a convivir forzadamente con el mismo vehículo, el cual en muchas ocasiones contribuye al sustento de sus deprimidas economías.

Vehículos del pasado aparcados en una calle de La Habana, Cuba 
Otra razón totalmente contraria a la realidad cubana es el éxito profesional, como ocurre con la estrella de música Country, Alan Jackson en Nashville, Tennessee y con muchos otros coleccionistas que invierten su dinero en vehículos antiguos y clásicos, con el ánimo de preservarlos, disfrutando inclusive de su restauración, como es el caso de Jay Leno en los Estados Unidos, Jorge Nicolini, en el Perú o Javier Sierra, en Colombia, quienes se involucran en cada etapa de la restauración del vehículo con el ánimo de regresarlos a su esplendor inicial, haciendo de ello un hobby sano, atractivo y en muchas ocasiones lucrativo, especialmente si saben comprar a tiempo y son capaces de desprenderse de sus coleccionables, cuando ciertos modelos están en alza.

Colección privada de Alan Jackson, en Nashville, Tennessee, Estados Unidos 
Otra razón puede ser la de calmar la ansiedad por las afujías de la juventud, como es el caso de algunos importantísimos señores, en todo el mundo, que ahora poseen no uno sino varios Ford Mustang, siendo que cuando jóvenes chorreaban la baba por ellos, pero sin tener el dinero suficiente para adquirirlos, pero ahora que ya están “hechos y derechos”, en edad y economía, se pueden dar el gusto de tener el bendito Mustang que tanto los desvelaba. 

Colección de vehículos Ford Mustang de la Familia McMurrey la cual fue subastada completamente en “Mecum’s Auction” de Monterey, California, en Agosto de 2013
Otros, simplemente los van coleccionando en cualquier estado, como fue el caso del legendario Vicente Emilio Vernaza Ochoa (q.e.p.d.), conocido por sus amigos como “El Hombre de Bronce”, quién los compraba para solo tener el placer de observarlos. Vicente Emilio simplemente los aparcaba en un hangar de su hacienda, rara vez los encendía y jamás los restauraba.

Don Vicente Emilio Vernaza Ochoa (q.e.p.d.), en las dependencias de su hacienda, al lado de algunos de sus venerados vehículos (Foto-Mayo 13-2011)
Otra, aunque no es la última razón, es por mera terquedad, como es mi caso, pues vivo enamorado de dos vehículos viejos que me han acompañado por más de 20 años y que muy seguramente, contra mi voluntad, muy pronto estaré sacando a la venta para luego arrepentirme por el resto de mi vida. Se trata de una hermosa camioneta Chevrolet Silverado, modelo 1993 y un flamante Buick Regal Limited, modelo 1992. Aunque no tengo ninguna razón diferente a la falta de espacio para conservarlos, creo que es hora de pasar la página y dejarlos ir, explicando que la verdadera razón de mi amor por este par de vehículos, es que todo lo que ofrecen me gusta: son suaves, cómodos y confiables, tienen una máquina formidable, fina y potente, amén que el diseño de su carrocería siempre me ha parecido elegante y atractivo, así mis hijos rehúsen estar de acuerdo conmigo… 

Camioneta Chevrolet Siverado, modelo 1993 y Buick Regal Limited, modelo 1992 
Estoy seguro que existen muchas más razones para enamorarnos de un carro, como es el caso de la historia que publicamos en Julio de 2012, en relación con Allen Swift y su Rolls-Royce Piccadilly Phanton 1 Roadster de 1928, el cual tuvo y condujo por 74 años o el caso que nos ocupará ahora, cuando mencionaremos a la señora Grace Braeger, de West Bend, Wisconsin en los Estados Unidos, quién ha tenido una muy especial conexión con su Chevrolet Bel-Air de 1957, el cual tiene desde nuevo y es el único carro que ha conducido desde entonces. Me enteré de esta historia hace unos días cuando buscaba información sobre el Chevrolet Bel-Air y me topé con un video de ella en YouTube, publicado en 2010. Intrigado por el asunto busqué más información al respecto y me encontré un artículo escrito por Benjamín Preston y publicado por el diario New York Times el 23 de septiembre de 2013, del cual tomé algunos apartes interesantes. Dice el señor Preston que llamó a la señora Braeger para tratar de descubrir la razón por la cual una persona se conecta tanto con un carro, de tal forma que decide dejarlo para siempre y su respuesta fue tan simple como sorprendente: "Supongo que pensé que lo iba a tener hasta que necesitara uno nuevo, pero nunca necesité uno nuevo" y dijo. "Muchas otras personas han tenido y tienen de estos mismos Bel-Air de 1957 y los han conducido o aún los conducen, pero no son su único carro. Este es mi único carro". 

Imágenes actuales del Chevrolet Bel-Air Sedán 1957, que la señora Grace Braeger ha conducido por 57 años
En el vídeo de YouTube, la señora Braeger señala que mucha gente le cuenta que ellos también tuvieron un Chevrolet Bel-Air de 1957 y que deberían haberse quedado con ellos, a lo cual ella les responde sin titubeos: "Bueno, ¿y por qué no lo hiciste?". La señora Braeger cree que pagó US $ 2.200 por el carro, pues se trataba de un automóvil de demostración, que salió a la venta por cuanto iban a salir los nuevos modelos de 1958. Menciona que el carro ronda las 150.000 millas (241.000 kms) y que le cambia el aceite al motor cada 1000 millas o inclusive antes, porque no lo usa mucho. (Yo imagino que el cambio lo hace por tiempo y no por el kilometraje impuesto al aceite). 


Me siento identificado con la señora Braeger y comprendo perfectamente porque razón no se deshizo de su hermoso carro. También me imagino que al igual que mis hijos cuestionan mi gusto por los vehículos anticuados, la señora Braeger debió haber escuchado muchas opiniones adversas a lo largo de todos estos años, pero siempre se sintió tan a gusto con su carro que simplemente decidió que no era necesario deshacerse de algo que le produce satisfacción y que conserva en perfecto estado. Tanto en la entrevista telefónica con Benjamín Preston, como en el video, la señora Braeger contó que en 1957, ella tenía otro Chevrolet, un Club Coupé, el cual le parecía no iba a durar mucho tiempo, pues producía un ruido espantoso y alguien de su confianza le dijo que le presagiaba un destino fatal a su viejo Chevy Club Coupé. Citó entonces que estando en Milwaukee, se enteró que existía un concesionario de Chevrolet, que compartía su apellido, así que se dirigió a “King Braeger Chevrolet”, lugar dónde se reunió con el propietario, por lo cual al final de la tarde compró su flamante y encantador Chevrolet Bel-Air modelo 1957, del que aún no se desprende. Cuando se le preguntó cómo había logrado mantener el carro en tan buen estado todos esos años respondió: “Hay que estar al día con el mantenimiento. Hacerle los cambios de aceite, de filtros y efectuarle sincronizaciones periódicas: esa es la respuesta”. También dijo que su carro, al que ella llama ‘57Lady’, según anuncian sus placas, fue sometido a una restauración de 14 meses a finales de la década de 1980. “Hasta ese momento el carro siempre fue estacionado afuera de mi residencia. Debido a la exposición a la intemperie fue menester reemplazarle los paneles del piso y engalanarlo con un nuevo interior”. Desde entonces ella lo guarda en un garaje cubierto. También afirmó: “El interior sigue viéndose como nuevo porque no llevo pasajeros y lo mantengo limpio”. Cuenta que como fue criada durante los duros años de “la depresión”, aprendió a cuidar las cosas muy bien y que eso tiene mucho que ver en por qué aún sigue con el mismo carro durante todos estos años. 

Anuncio publicitario del Chevrolet Bel-Air Sedán sin parales de 4 puertas, 1957 
Dice el entrevistador Benjamín Preston, que quizás una de las razones por las cuales la señora Braeger logró mantener su carro por tan largo tiempo, es porque nunca le hizo ningún tipo de modificaciones. “Todos sabemos que cuando se modifica un carro existe una línea muy delgada entre mejorarlo y arruinarlo. Ella ha obviado ese riesgo manteniéndolo tal y como salió de la fábrica hace 57 años”. Cuando llevó su carro a un show en la ciudad de Milwaukee, se decepcionó cuando un hombre que presentó un Chevrolet Bel-Air de 1957, ganó el premio mayor, no obstante tener el motor cromado y las llantas o neumáticos completamente negros. “No parecía auténtico” dijo la señora Braeger. “Yo tenía un juego adicional de llantas con franja blanca y ofrecí regalárselas, pero ni siquiera las quiso”. 

La señora Grace Braeger, conduciendo su amado Chevrolet Bel-Air Sedán, 1957
Al final del camino, a la señora Braeger le gustaría tener la experiencia de estrenar carro una vez más en su vida. Ella sigue acumulando años en su octava década y cada día que pasa su cuerpo se hace más pequeño y seguramente más frágil. Cuando se le preguntó si ella vendería su amado Bel-Air de 1957 respondió: “Si me hacen una buena oferta, lo vendo”. Ella y su “57 Lady” han pasado por muchas cosas durante todos estos años. Con 150.000 millas en el odómetro cambió el sistema de escape 23 veces y 21 de esas veces, hizo uso de la “garantía perpetua” de la empresa especializada “MIDAS”. Ella y su carro hicieron parte de las historias felices publicadas en el libro de los 100 años de Chevrolet. Y así como se enamoró del carro, desde el instante en que lo vio, ella cree que es tiempo de avanzar. El año pasado trató de ingresar al libro de “Records de Guinness”, por alguna cosa que la clasificara para figurar allí y para hacerle saber al mundo sobre su Chevrolet Bel-Air, modelo 1957, con una única dueña. Ello, quizás, mejoraría su precio, para ella poder comprar un carro nuevo, por 2ª vez en su vida. No obstante lo anterior cuando se le preguntó que carro adquiriría, dijo no tener la menor idea. De lo único que está segura es que no quiere un carro con sillas de cubo.