El caza tanques Willys

Un Wllys deja 2 tanques japoneses recién destruidos en Saipan

Marzo de 1942

El Jeep, carrito automóvil de combate ideado en los Estados Unidos, es el más moderno y temible enemigo del tanque. En el simulacro de batalla que se verificó en Luisiana en septiembre de 1941, durante las maniobras del Ejército norteamericano, los tanques invasores se lanzaron tronando al ataque, pero las fuerzas de defensa no cedieron ni una pulgada. Sus veloces caza tanques arrastraron rápidamente cañones antitanques a posiciones estratégicas, flanquearon los tanques enemigos y en poco tiempo acabaron con ellos. Las maniobras de Luisiana demostraron la extraordinaria utilidad y eficacia de la última invención militar del tío Sam: el diminuto pero fuerte carrito que es hoy el terror de los grandes tanques. El general George Marshall, jefe del Estado Mayor, declara que el caza tanque es la principal aportación de los Estados Unidos al arte de la guerra moderna. En el Departamento de la Guerra de Washington se calificó de “verdaderamente sensacional” el funcionamiento del terrible pigmeíto. Este hijo menor del Ejército norteamericano no tiene más que un año de edad; pero ha resultado tan eficaz y servicial, que el Gobierno se propone darle 75.000 hermanos idénticos a él o quizá un poco más traviesos.En el campamento de Shelby, del Estado de Misisipi, tuve la oportunidad de ver y estudiar el caza tanque. Es un carrito de combate de 3 metros y 35 centímetros de largo, 1 metro y 40 centímetros de ancho y 1 metro de alto o sea como la mitad del alto de un automóvil y como 1 metro más corto. Pesa cerca de 1000 kilogramos, y es de construcción fuerte. Es suficientemente pequeño y ligero para que pueda llevarse en los aviones militares de transporte. No tiene puertas y cuando se lanza por pendientes escabrosas o cambia bruscamente de dirección a toda velocidad, los ocupantes tienen que asegurarse en sus asientos con correas de sujeción, a fin de no salir disparados por el aire. Generalmente el vehículo lleva dos hombres adelante y uno atrás; pero, en caso de necesidad puede llevar tres más en los guardafangos delanteros, que son horizontales y planos. El vehículo tiene dos velocidades hacia adelante y hacia atrás. En los lodazales, arena o nieve puede transmitirse fuerza directamente a las cuatro ruedas.

Mi guía, el teniente Patrick Summerour, levantó la cubierta del motor y me dijo, mire usted: 4 cilindros y 60 caballos. Fuerza suficiente para que el chiquitín no se atolle en cualquier pantano ni se quede varado en cualquier gruta del terreno. Y fácil de reparar porque hay abundancia de piezas de repuesto intercambiables. Luego señalando un gancho de arrastre añadió: es para el arrastre de cañones contra tanques. La gente pregunta a menudo si no es mejor atacar los tanques con otros tanques. Bien, un caza tanque cuesta 900 dólares y un tanque cuesta 15.000. Haga la cuenta. Y estos caza tanques, remolcando cañones y llevándolos a donde convenga, pueden rodear como enjambres los tanques enemigos y no dejar de ellos más que escombros u obligarlos a cantar el kirieleisón. ¡ Es como David y Goliat, con la diferencia de que cada Goliat tiene que habérselas con diez Davides!

El caza tanque no es invención de un solo hombre. En el otoño de 1940, cuando el Ejército estaba a punto de comprar un gran número de motocicletas, la American Bantam Car Company, (Compañía Norteamericana de Automóviles Pequeños), sugirió la idea fundamental del diminuto vehículo. El Ejército asignó fondos para hacer experimentos. El mismo general Marshall promovió la empresa. El primer carro se terminó en 49 días y en las pruebas dio resultados muy satisfactorios. El personal del Ejército introdujo algunas mejoras. Actualmente la mencionada compañía y la Ford y la Willys los fabrican en grandes cantidades. Las pruebas demostraron que los caza tanques pueden ir a lugares a los que las motocicletas no pueden llegar. Además, un solo tirador apostado puede matar fácilmente a un motociclista portador de órdenes y comunicaciones, las cuales caerán en manos del enemigo. El caza tanque es otra cosa, pues lleva vario hombres armados y una ametralladora. Fuera de esto, es un potrillo bien herrado que trepa fácilmente a posiciones ventajosas. El caza tanque sirve también para reconocimientos, para lanzar cortinas de humo que oculten movimientos de tropas y artillería, para el transporte de pertrechos y víveres y para llevar los primeros auxilios a los heridos o sacar a éstos del campo de batalla cuando no hay ambulancias a mano. Puede cruzar puentes ligeros que no resisten el paso de vehículos pesados y hacer exploraciones en terrenos muy quebrados o que presenten grandes obstáculos. Su ametralladora ayuda a defender las tropas de los ataques de aviones enemigos.

El Departamento de la Guerra de Washington acaba de crear, en Fort Benning, el primer batallón de infantería aérea con que cuenta el Ejército norteamericano. Las tropas de esta unidad, así como los caza tanques, motocicletas y bicicletas plegadizas destinados a ella, se transportan en aeroplanos que deben aterrizar poco después de haber llegado a tierra los paracaidistas. Supe, por propia experiencia, lo que es ir en el caza tanque. El paseo fue por un pinar bastante tupido, andando a razón de 8 Kilómetros por hora. En la construcción de este automóvil de guerra se prescindió de la comodidad de los tripulantes y viajeros, a fin de disminuir el peso y aprovechar el mayor espacio posible para las operaciones militares. El cojín del asiento no es más que una placa de cuero. Llegando a un tronco muy grueso medio enterrado horizontalmente en el suelo, el carro, tratando de pasar, se quedó montado en el, con las ruedas en el aire. Yo creí que el choque habría roto el cárter del cigüeñal, pero el teniente me mostró las barras de protección que había debajo, puestas allí precisamente para evitar tales daños. El carro está también provisto de asas que sirven para moverlo a mano en caso de necesidad. Agarrándolo por ellas, lo bajamos fácilmente del tronco. Los estrategas admiran las pequeñas dimensiones del caza tanque, sobre todo la altura, que es sólo de 1 metro. Esto lo hace difícil distinguir en terreno enmalezado y, aun cuando se vea, no es fácil acertarle con los cañones o las bombas. No lleva blindaje, el cual disminuiría la velocidad, que es una de las grandes ventajas del vehículo. Plantemos un problema táctico dijo el teniente Summerour cuando íbamos en marcha. Supongamos que estamos haciendo un reconocimiento cerca del enemigo y que se nos haga fuego desde una posición oculta. Lo primero que hacemos es buscar amparo. Aquí el teniente apretó los frenos, volteó rápidamente hacia la izquierda y pronto estuvimos detrás de una loma que nos protegía. Ahora – continuó – buscamos el lugar de donde salen los tiros del enemigo y, una vez hallado, abrimos fuego. Nuestro carro es tan pequeño y sobresale tan poco del suelo, que el enemigo rara vez puede verlo. Continuamos la marcha. Llegamos a un lugar en que delante de nosotros se levantaba un gran pino con muchas ramas enredadas cerca del suelo. ¡Agáchense gritó el teniente y el carro, sin disminuir su velocidad, pasó tronando por debajo de las ramas, casi tocándolas !

Cruzamos un arroyo, que anegó el piso del carro. Pero los aparatos eléctricos están situados de manera que un caza tanque de 1 metro de alto pueda seguir marchando en agua de 72 centímetros de profundidad. Luego subimos por una pendiente de 30 grados de inclinación, que es como dos veces mayor que las peores que se encuentran en las carreteras. Los ríos son el obstáculo mayor con el que tropieza un ejército en marcha o en combate y los constructores de puentes de balsas son blanco fácil para el enemigo. Un caza tanque puede pasarse de un lado a otro sobre tres botones de remos, en balsas, sobre barriles vacíos de petróleo o sobre trozos de árboles atados entre sí con alambres. El último método que se ha adoptado es extender un encerado grande en el suelo, ponerle el carro encima haciéndolo rodar, voltear los bordes hacia arriba, de suerte que todo el carro menos la parte de arriba, quede cubierto y empujar el conjunto al agua, en donde flota con un ligero apoyo. Cuando regresamos al campamento, el teniente me enseñó otra proeza de atrevido chiquitín. Lo condujo por una rampa estrecha a una plataforma de ferrocarril, lo metió por una puerta de un vagón de carga, salió por la opuesta y bajó por otra rampa, sin el menor tropiezo. ¿No cree usted que esta cosita vale algo? me preguntó. El lector no necesita que yo le diga la respuesta. Cuando termine la guerra actual el caza tanque no dejará de ser útil. Puede emplearse en varias operaciones agrícolas y, con unos pocos aditamentos para darle buen aspecto, puede adaptarse a servicio urbano, tanto más cuanto que ofrece la gran ventaja de consumir relativamente poca gasolina. El caza tanque ha contribuido enormemente a acabar con la fábula de la invencibilidad del tanque. El general de la 1ra. Brigada, T. Wyche, jefe de uno de los cuerpos de defensa contra tanques, dice entusiasmado: “Podríamos tener que retirarnos si se nos atacara con un fuerte cuerpo de infantería, pero nunca si el ataque fuese de tanques”. El caza tanque ha cambiado ya notablemente muchas de las operaciones tácticas. Una de sus grandes ventajas es que se acopla admirablemente con la tradición norteamericana relativa a la iniciativa individual en la guerra”.

Nota del OCCCCC: Este artículo fue descubierto por el coleccionista Mauricio Gómez Matallana, en una revista de las Selecciones del Reader´s Digest, edición para Colombia, publicada en marzo de 1942. El ejemplar costaba 0.20 centavos. Texto escrito por Jo Chamberlin. Fotografía documentada por Francisco Mejía-Azcárate.


Los Willys en Cali




Testimonio inédito sobre la llegada de los primeros Jeeps a Cali. “Recuerdo cuando llegaron los primeros Jeeps Willys a Cali. Esto fue en el año 1946. Fue un gran acontecimiento, ya que había sido anunciado con anterioridad, razón por la cual la gente se trasladó a la Carrera 8a., cerca a las instalaciones de Bavaria, a ver llegar la caravana de Jeeps a Cali. Yo estuve presente en compañía de mi madre y mi hermano. ¡ Un gran acontecimiento ! Cali le prodigó un gran recibimiento a los primeros Jeeps, que solo se conocían en fotos de la prensa, por la segunda guerra mundial que acababa de finalizar. Los Jeeps fueron importados por la firma bogotana Interamericana Ltda., que por aquella época tenía la sucursal en Cali, en la calle 19 entre carreras 7ª y 8ª, donde hoy está la Droguería Humanitaria. Interamericana importaba también los automóviles Citroen (llamados "ranas"). Los primeros Jeeps quedaron en manos de agricultores, pues se vendían con el concepto de que eran vehículos especiales para el campo. Por eso, les llamaban "camperos". Algunos tenían en la parte trasera una polea con la cual movían muchas cosas en las haciendas, principalmente, desgranadoras de maíz. Tenían "tiro" para engancharles un remolque. Entre los primeros poseedores de una de estas joyas, recuerdo al distinguido caballero caleño, don Camilo Cayzedo Méndez (hijo del Dr. Mario De Cayzedo) y a don Ignacio Dueñas (quien tenía el pase # 1 ó 2 de Cali) y uno de los primeros mecánicos automotrices de Cali (colega de don Andrónico Hoffman). Posteriormente, a comienzos de los 50's, los Jeeps fueron importados por la firma Leonidas Lara e Hijos Ltda. que quedaba en la carrera 1ª entre calles 16 y 17 (hoy predio de la familia Herrera Barona). Lara importó algunos con equipos muy novedosos, entre ellos, el famoso "Jeep Soldador", que tenía en la parte derecha del asiento del conductor, un descomunal generador para la aplicación de soldadura eléctrica en sitios donde no se suministraba energía. Hace relativamente poco tiempo, en una de las reuniones del Club Clásicos, alguien nombró un ejemplar de estos que todavía sobrevive, creo que en Bogotá o en Medellín, en excelente estado de conservación. Esto es lo que yo recuerdo del momento en que llegaron los primeros Jeeps a Santiago de Cali”. De los caza tanques que ahora ruedan por Cali se destacan en el orden de las fotos, el Willys de Gerardo José Mejía Azcárate, el General de Elías Orozco, los Willys de Pablo Victoria y Paulo A. Mojica y el General, más antiguo, de Pablo Victoria, uno de los más reconocidos restauradores de caza tanques que existen en Colombia. Texto de Flaubert Βραντ






























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